Historia
La Institución nace el 15 de agosto de 1930, fundada por el padre Rafael Gustavo Guerrero (1872-1943), como una inquietud de servicio hacia las personas indigentes que habitaban en los alrededores y entre los basureros de la hoy colonia Morelos. La finalidad fue, proporcionarles un espacio, “un cuartito” con dos petates, para dar apoyo material y espiritual en los últimos momentos de su vida a estas personas.
El Hospitalito Gustavo Guerrero ha querido ser fiel a una serie de principios fundamentales que justifican su existencia. Dichos criterios fueron bien definidos desde las primeras Constituciones del hospital, en su artículo 1°: “Esta Asociación es de carácter no lucrativo, debiendo por tanto mantenerse fuera de toda especulación meramente mercantil.” y en su artículo 3°: “Genéricamente los fines de esta Asociación se desarrollarán en los diversos renglones de la asistencia, salubridad, educación y bienestar social, particularmente del mundo obrero, campesino y clases más desheredadas.”
Como vemos, los criterios fundacionales de esta institución marcan forzosamente la manera de trabajar y de prestar servicios de todos quienes en ella laboran: médicos, enfermeras, trabajadores diversos, secretarias, religiosas y todos aquellos que voluntariamente deciden trabajar por un salario muchas veces menor, en comparación con otras instituciones médicas, pero con la satisfacción de estar sirviendo a sus hermanos.
En aquellos años 30′ en que se fundó el Hospitalito Gustavo Guerrero, las personas que se enfrentaban a un problema de salud tenían que acudir, si sus recursos económicos se los permitían, a un médico particular. La colonia Morelos, ubicada en lo que eran las afueras de la ciudad, se encontraba lejos de tener acceso a los más elementales servicios de salud.
El concepto de salubridad en la época era sustancialmente diferente al que conocemos ahora.
ANTECEDENTES
La fundación del Hospitalito Gustavo Guerrero tiene un antecedente histórico que se remonta a principios del siglo XX, cuando un grupo de personas caritativas acostumbraba visitar la olvidada colonia de “la bolsa”, hoy Morelos, con el fin de ayudar a los habitantes en sus principales necesidades: vestido, comida y educación.
La ciudad donde se encontraba la colonia Morelos, no era del todo modernizada como ahora lo es. El sistema de colonias tenia poco de haber sido instaurado por el ayuntamiento de la ciudad. La colonia Morelos se había creado en 1886 por instancias de un particular, Ignacio Hernández, quien tomaba de pretexto la recién iniciada construcción de la Penitenciaría para crear una colonia a los alrededores. Para comunicar la colonia se convino en construir una calle que fuera desde el centro de la ciudad hasta la Penitenciaría. A esta vía se le puso el nombre de “calle de la Penitenciaría”.
Desde esa fecha llegaron al lugar nuevos pobladores a formar esta colonia, pero el lugar no dejaba de ser un suburbio, poco desarrollado y además empobrecido. Los pobladores pertenecían al sector económico más bajo, muchos de ellos emigrantes del interior de la República: “Una de las colonias más viejas de la ciudad, pero que por muchos años duró estacionaria, sin progreso alguno, siendo nido de maleantes y viciosos, fue la colonia Morelos, llamada vulgarmente “de la Bolsa” por haber sido formada en terrenos de los Potreros de la Bolsa, la Lagartija, Puente de las Vacas, Rancho Viejo y la Cuchilla de Fraile…”2
La pequeña colonia Morelos se ubicaba en los arrabales de aquella antigua ciudad de México “… los limites de la ciudad eran: al Norte, la Calzada de Nonoalco y la glorieta de Peralvillo; al Oriente, San Lázaro y la Penitenciaria; al Sur, la Calzada de San Antonio Abad, una parte de la que se llama hoy Colonia de los Doctores y la Avenida Chapultepec; al Poniente, el Río Consulado y la Calzada de los Gallos.”3 Efectivamente era un lugar conocido como “nido de maleantes” aunque sin duda entre aquellos primeros pobladores había también mucha gente buena, sin embargo, como sucede en todo lugar donde impera la miseria, eran más los que llevaban a una vida desordenada.
En este entorno asolado por la pobreza, un grupo de personas que pertenecía a una clase social privilegiada decidieron actuar a favor de los pobres. El grupo de personas que iniciaron esta actividad se congregaba como la Conferencia de San Vicente de Paúl bajo la devoción del Sagrado Corazón de Jesús, también trajeron a la colonia Morelos actividades pastorales. En una gran carpa levantada en la calle de Ignacio Hernández, hoy Herreros, funcionaba su centro de catecismo que hacía las veces de capilla4. Debido a la gran necesidad de un centro religioso que sirviera de refugio a los pobladores de la colonia, la Conferencia insistía pidiendo al arzobispo que les nombrara un sacerdote para estos efectos.
El 1 de marzo de 1908, el sacerdote Rafael Gustavo Guerrero es nombrado por el arzobispo de la Arquidiócesis de México capellán del Oratorio Público del Sagrado Corazón de Jesús de la colonia Morelos. El lugar recibía el nombre de “oratorio público” aunque en realidad se trataba solo de una carpa montada al aire libre que servía para proteger de la intemperie en los oficios religiosos. Con este nombramiento, el “padre Guerrerito” -que así era conocido el sacerdote Rafael Gustavo Guerrero- comenzó a realizar prácticas apostólicas en el lugar. Su principal ocupación sería el atender el oratorio y ofrecer los servicios religiosos. Sin embargo, gran parte de su tiempo se centró en atender a los más pobres, a los más pequeños, a los enfermos y ancianos.
También se dio a la tarea de visitar asiduamente a los presos que en la antigua Penitenciaría, aledaña a la colonia, esperaban cumplir su larga condena. Recibió el nombramiento de capellán de la Penitenciaría de la Ciudad de México desde 1908. Pero desde hacia tiempo atrás, el padre Guerrerito había tenido un encuentro con este sector social marginado debido a que, en su adolescencia solía acompañar a monseñor Araoz quien tenía la costumbre de visitar la Penitenciaría para confortar a los presos. Tal vez de este ejemplo el padre Guerrerito adquirió la vocación de acompañar espiritualmente a los reclusos. Lo cierto es que se le conoció como “el apóstol de la Penitenciaría”.
2 Jesús Romero Flores. México Historia de una gran ciudad. México, 1953, Ediciones Morelos, p.739.
3 Irene Elena Motts. La vida en la ciudad de México en las primeras décadas del siglo XX México 1973, Porrúa, p.11
4 Más tarde éste lugar se convertiría en un Oratorio Público, y en el año de 1946 se erigiría como la Parroquia del Sagrado Corazón de Jesús.